Escribir como la rosa se inclina sobre el agua oscura: como el agua indiferente a la pluma fluye. Como un canto de pájaros se pierde en la fronda de arboledas inmemoriales.
Entre uno y la soledad abisal de los otros, esta nada, estos golpes de humo contra el muro de la misma cárcel, su débil resonar hasta la más delgada cuerda del silencio que sucede a la última palabra del poema.
Escribir como quien aventura su paso inseguro en el bosque de la noche, y se sabe espejo de la propia noche.
Como la luna insomne en la eterna circunnavegación de otros cielos. Sin anclaje posible en el mar de las hierbas astrales, mientras abajo se hace uno el gemido del viento con la solitaria voz de los lobos.
Tal vez escribir que aún era la hora temprana del mundo y nunca lo vimos -ese simple reflejo de luz mortecina en las alas del ángel.
Alejandro Drewes-