De pastor empezaste en la cañada
con tus rimas, cual “silbo vulnerado”
ignorando el final que te esperaba,
que un hombre sólo sabe del pasado.
Aprendiste de nanas y soldados,
de hambre, de locura y Poesía
y andabas con tus versos al costado
lejos, en la trinchera, muda y fría.
Un amor te esperaba y a tu hijo
acunabas dolor en los papeles
y ese amor y esa madre, en su cobijo
la cebolla trocaba en cascabeles.
Te esperábamos todos, mas no pudo
el destino fatal torcer su espada,
te quedaste, Miguel, y España anduvo
con su camisa yerma, desgajada.
No te inquietes, soldado, tu palabra
queda escrita en las venas de la historia
y poetas que somos, nuestra entraña
te ha esculpido por siempre en la memoria.
Isabel Díez Serrano-