Porque le canto a la nostalgia
y a la felicidad
porque venero al llanto y a la risa
porque me gusta contemplar
el despuntar de la aurora
y porque los atardeceres frente al mar
me transportan a lugares exóticos.
Porque me gusta dormir recostado
a unos tibios senos de mujer en celo
porque aspiro los aromas
con que adornan sus cabellos
las preferidas de Venus
porque husmeo las entrepiernas
de la negra y de la blanca de la india y la mulata
de la engalgada morena y de la despampanante rubia.
Porque hago el amor sin prejuicios:
a las tres de la tarde
a las dos de la mañana
con el despuntar del alba o con el sol en el ocaso
dentro del agua
en la playa o detrás de una gran piedra.
Porque me embelesa:
el canto del turpial
del sinsonte
y el canto del ruiseñor
porque soy excéntrico
porque soy loco
idólatra o anacoreta
porque me agrada el nostálgico canto
de la suira, de la pava congona
y el canto de la paloma torcaz.
Porque monologo por los caminos
porque en ocasiones soy sonámbulo
porque me llama la atención
un rostro hermoso de mujer
y porque me gusta verme reflejado
en el cristal de sus ojos
escuchar su respiración acompasada
cuando el orgasmo
trompetero de guerra
toque retirada.
Porque le canto al cielo
tachonado de estrellas
y a la luna que me coquetea
desde su elevado trono
en el espacio cósmico.
Mientras el sol hierve de rabia.
Porque creo en el misterio
de la Santísima Trinidad
porque en ocasiones
quisiera cobijarme
con la túnica inconsútil
porque digo que la muerte
es una prolongación de la vida.
Por todas esas tonterías
algunos dicen que soy poeta.
Francisco Tomás Atencia Gómez-
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