Dos o tres veces al día
deseo ver en tu poema
un poco de mí.
Después descanso.
Tomó el coraje con las mismas manos que al miedo,
alarde flaco de perfecta escupida que amasa lo que faltas
-pasadas pisadas fuentes de perdón-
mi pensamiento frente al tuyo
desnudos
no se piensan, se muerden.
Seguís tu camino –dibujos para colorear con fuego-
no sabes que me pisas
que llevas mi sangre de glóbulos miel
en tus pies cubiertos de trincheras.
Envuelto en sol
como un chicle masticado al calor de una baldosa
me pegoteo a tus pasos
para que te des vuelta
para que te des cuenta
de que
me llevas chorreando huellas
en lo más perdido de tus suelas.
Agustín Marcenaro-