La vida te enseña en cada momento y tú evitas la respuesta
a las preguntas más sencillas, pero pagas siempre
la indiferencia con sufrimientos, casi insoportables,
y buscas al culpable, siempre en otra parte,
alargando la agonía del egoísmo idolatrado.
Te niegas a creer que se te ofrece todo y no quieres
alegrarte, persiguiendo quimera tras quimera
de un día a otro, de un pensamiento a otro,
de una vida a otra, de un universo a otro,
de un misterio a otro, hasta lo infinito.
Dejaste una vez más que se perdiera en la nada
el instante que pudieras mirarte, el único espejo
que te muestra tal como eres, y preferiste
a los que distorsionan, para engañarte
una vez más y seguir deambulando por el laberinto…
Te fascinan los colores, y también la sombra,
la búsqueda se vuelve cada vez más fatigosa,
seducida por el hechizo de los matices ignotos
de las refinadas mixturas del bien y el mal, nuevamente
encorsetada en el espasmo, las nuevas sensaciones.
Me buscaste, sin saberlo, en todo pensamiento peregrino,
con la desesperación de aquel que nunca vio
de dónde brotaban el perdón, la luz, el amor,
llevando viva su herida del alma, sin curar,
por las contorsionadas galaxias espaciales y temporales.
¡Ay, cuánta tristeza hay en el mundo!, te dijiste tantas veces,
continuando lo que parecía ser tu dura vida,
sin querer renunciar a ninguno de los pensamientos
que te arrojaron a la vorágine de los hechos amargos:
quisiste sólo seguir viviendo igual que antes…
Te extraviaste correteando por los intrincados vericuetos
de la desesperación, alimentando tus pesadillas
con imágenes enfermas, o anhelando a más,
a algo mejor, sin saber lo cerca que estabas
de todo lo que fue y sigue siendo desde siempre tuyo.
Elena Liliana Popescu-